domingo, 9 de mayo de 2010

“EN UNA JERARQUÍA TODO EMPLEADO TIENDE A ASCENDER HASTA SU MÁXIMO NIVEL DE INCOMPETENCIA.” PRINCIPIO DE PETERS (Por Eva Maria Carmona)

Yo diría que esto es propio de empresas muy jóvenes donde no hay una estructura jerarquizada y no existe una profesionalización protocolizada de los puestos de trabajo.
Es muy frecuente ver en pequeñas empresas, como las personas más valiosas van ascendiendo de un puesto a otro, cada vez con mayor responsabilidad y, de repente, de la noche a la mañana, se convierten en personas absolutamente incompetentes, que no dejan de cometer fallos uno detrás de otros y cada vez de mayor envergadura. Personas, que en poco tiempo pasaron de peón de línea, a jefe del departamento, brillando con luz propia y asumiendo con responsabilidad y eficacia, en su último ascenso, quizás un cambio nimio, son incapaces de dar pie con bolo. Toda decisión es inadecuada, toda actuación reprochable, toda rectificación insuficiente.
Personas plenamente identificadas con la empresa, tremendamente responsables, absolutamente entregadas a su trabajo. De la noche a la mañana se encuentran con que pasan de ser las personas más valiosas de la empresa, respetadas por sus superiores, envidiadas por quienes fueron sus compañeros, a ser las personas con mayor índice de fracasos a sus espaldas en tiempo record.
Creo que es necesario hacer una reflexión sobre el daño moral irreparable e involuntario que se hace a estas personas. Irreparable, porque una vez que comienzan a sucederse los fracasos, se pone en entredicho la valía de una persona que ha hecho un gran esfuerzo y sacrificio personal por la empresa y que se encuentra con que su única alternativa es perder su puesto de trabajo. Involuntario, porque la empresa lo último que pretendía era perder a la persona de su mayor confianza.
El empresario, es el mayor responsable de esta situación, porque es quien debe conocer qué puesto de trabajo necesita cubrir, valorar si de entre las personas que tiene en su empresa alguna cumple con ese perfil, definir perfectamente en qué va a consistir su nueva tarea y, por último, formar y acompañar en las primeras etapas de ascenso a la persona designada para tal fin.
No vamos a ser crueles con los empresarios, que nóveles en estos avatares también van aprendiendo por ensayo y error y con el tiempo, que el elevar a las personas estratégicamente más valiosas para la empresa, por su dedicación, por su implicación, por su lealtad, hasta sus niveles máximo de incompetencia, descarna a la organización desde sus cimientos pues le lleva a perder a aquellas personas que mayor disposición tenían para apoyarla en todo momento.
Una de las funciones del coaching es, precisamente, evitar este tipo de situaciones. Apoyar, acompañar y formar a los nuevos mandos intermedios hasta su nivel máximo de eficacia. Apoyar, acompañar y formar a los jóvenes empresarios a cómo hacer una buena promoción interna sin sacrificar, para ello, a las personas más valiosas de su organización.

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